El Feng Shui es un
arte milenario chino que en los últimos años ha experimentado una sorprendente
popularidad. Sobre todo, fuera de sus fronteras. Sin embargo, esta notoriedad a
menudo lleva asociada una comprensión muy simplificada y reduccionista de su
verdadero significado.
Así, considerada por muchos como una moda decorativa o incluso un conjunto de
supersticiones, en realidad debe entenderse como una filosofía de vida.
Se trata, por tanto, de un enfoque mucho más completo -y complejo-, cuyo
objetivo es conseguir una armonía de energías. Tanto las que
recorren el espacio en el que se habita, nuestra casa, como las de las personas
que están en él y entre las que debe existir una armonía. Una concordancia.
La esencia del Feng Shui
Contrariamente a la creencia común, el Feng Shui no se
limita a la disposición de muebles o a una elección de colores. Es una ciencia
del espacio que tiene en cuenta elementos como las formas,
los materiales, las proporciones, la luz y
los colores para lograr la armonía del lugar.
Pero, ojo, porque por “lugar” no nos referimos solo a una casa o a un
apartamento. También puede ser un edificio de oficinas, un jardín, un centro
comercial o incluso una ciudad. Y es que todo está relacionado.
Así, la ciudad debe estar estructurada de tal manera que permita el flujo de la
energía conocida como “chi” o “ki”.
Solo si existe ese flujo, la ciudad podrá armonizar con las energías de quienes
viven en ella y, de este modo, habrá una cohesión social clave para su
desarrollo. (1)
El Feng Shui en la práctica
Lo primero es desmentir algunos conceptos erróneos. Por
ejemplo, un consultor de Feng Shui no es un decorador de interiores, ni mucho
menos un adivino que indica cómo hay que colocar los muebles para que una
persona tenga éxito.
Estos expertos son “armonizadores de energías” que facilitan el flujo de la
energía del espacio. Y es ese flujo el que contribuye a mejorar la calidad de
vida de quienes habitan el lugar y, en consecuencia, hará que experimenten
mejoras a nivel personal y laboral.
Pues bien, las reglas del Feng Shui que permiten ese flujo están fundamentadas
en la coherencia, dado que su objetivo es crear un ambiente que fomente el
bienestar.
Por ejemplo, no tendría mucho sentido colocar el escritorio frente a una pared,
pues de ese modo estaríamos limitando la creatividad y la reflexión. Tendría
más lógica que estuviera cerca de una ventana para ver el exterior, que es una
de las pautas que recomienda el Feng Shui.
Pero, por otro lado, y al igual que ocurre con el cuerpo, una casa debe
considerarse en su conjunto. Por ello, aunque es bueno tener ese espacio
abierto para trabajar mejor, la cosa cambia si la ventana da a un vertedero.
Y lo mismo ocurre con la recomendación de que el escritorio no esté de espaldas
a una puerta, pues estaríamos perturbando la concentración. Es puro sentido
común, si lo pensamos, ya que a nadie le gusta ser sorprendido y prefiere ver
de frente a la persona que entra en cualquier habitación.
En definitiva, el objetivo del Feng Shui es que las personas se sientan cómodas
y seguras en el hogar, el trabajo, la ciudad, etc.
De hecho, nos enseña a tener conciencia del espacio donde vivimos, pues nuestra
relación con ese espacio está estrechamente ligada al bienestar emocional y
mental.
Los 9 “palacios” del Feng Shui
Según el Feng Shui, nuestro hogar actúa como un espejo de
los estados de ánimo y emociones, reflejando nuestras necesidades y deseos más
profundos.
Asimismo, el espacio donde vivimos está dividido en 9 zonas, denominadas
“palacios”, y cada una tiene su propia energía y significado. Por ello, cada
objeto o mueble que se coloque en esa zona, dependiendo de cómo sea, puede
influir en la experiencia que tengamos en ella.
Pero, atención, no solo hay que pensar en las dimensiones físicas del objeto o
del espacio del que se disponga. También en el simbolismo que encierra; en la
historia que hay detrás de ese elemento y el impacto que puede tener en nuestro
bienestar.
Es por ello que, a la hora de decorar cualquier estancia, antes que
preguntarnos sobre los colores o las formas que están de moda, incluso si son
las que aparecen en revistas especializadas, debemos preguntarnos qué
queremos para nosotros en ese espacio. Y, dependiendo de la respuesta,
seleccionar cuidadosamente los objetos que nos van a rodear.
El arte de querer lo que tenemos
Para el Feng Shui el entorno que nos rodea en el hogar es
como una segunda piel, en tanto que nunca estaremos separados de él. Cada
persona que habita en un hogar debe reservarse un espacio propio; una especie
de “jardín interior”. Y puede ser una habitación, pero también un
armario o incluso una caja con recuerdos. Ese ambiente propio, da igual lo
grande o pequeño que sea, nos va a brindar un refugio personal en el que
podremos desconectar y recargar energías.