Helena Amado
y Pedro Rojas, guitarrista que viene de la música contemporánea, no se
encasillan en clichés. Amado no solo es clavel, también es ruido: su
interpretación, delicada y punzante, evoca un clavel de papel que se enreda y
duele. Rojas no se limita al ruido: su guitarra, sutil y educada, descompone
sonidos con una elegancia que sorprende. Su complicidad artística transforma
las raíces de la copla, explorando sus pliegues con la libertad de quien no
teme la metamorfosis.
La copla,
ese género fruto de reinvenciones e hilos musicales, se ha movido siempre en un
terreno híbrido. Del cuplé sicalíptico francés que Pastora Imperio supo
aflamencar, al universo de Concha Piquer y Rafael de León, hasta las versiones
contemporáneas de Rocío Márquez, Rosalía o Niño de Elche, la copla ha
encontrado su fuerza en la transformación.
“Al igual que el flamenco, la copla no es hermética. Es un universo de plasticidad, donde lo nuevo y lo viejo dialogan y se abrazan”, afirman Helena Amado y Pedro Rojas, que con Ruido Clavel reivindican esa capacidad única del arte popular para sobrevivir a través de sus mutaciones.
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