lunes, 26 de mayo de 2025

La zarzuela que hay en mí

 


CICLO DE CONFERENCIAS

Continúa la colaboración del Teatro de la Zarzuela y el Círculo de Bellas Artes en Madrid, en el ciclo 'La zarzuela que hay en mí', una aproximación a la zarzuela a través de lo cotidiano

Tras la sesión inaugural que tuvo lugar el pasado lunes 19 de mayo con las intervenciones de Cristina ConsuegraMarta Sanz y Remedios Zafra, en el Círculo de Bellas Artes, continúa el ciclo de conferencias 'La Zarzuela que hay en mí' con el objetivo principal de potenciar los procesos de identificación de la sociedad con este fenómeno cultural, poner en marcha mecanismos más contemporáneos que permitan que la sociedad se vea reflejada en un género que nos define como ningún otro a través del arraigo, de la memoria, de la cultura popular. Encontrar en lo cotidiano, elementos intrínsecos de la zarzuela. Analizar las respuestas a dos cuestiones que son claves: ¿por qué se ha vuelto tan poco seductor para el público y para los artistas? ¿Por qué no ofrece el suficiente atractivo para que tengamos un mayor apego y mejor conocimiento? Podremos disfrutar de este coloquio el próximo lunes día 26 de mayo en el Círculo de Bellas Artes.

Lunes, 26 de mayo - Filosofía política de la zarzuela: La invención del «pueblo». Con Félix DuqueJosé Carlos Ruiz y Valerio Rocco Lozano. (Entrada libre hasta completar aforo)

La zarzuela moderna española (tras la proliferación italianizante de obras del barroco tardío) es una consecuencia del ideal romántico de la «primavera de los pueblos»: una secuela valiosa en el plano artístico y que funciona ora como sucedáneo de un Poder nacional-popular inexistente, ora como sedante ideológico y opiáceo; pero que, en cambio, es inane en el ámbito geopolítico de la Europa de los grandes Imperios coloniales, en los que la vieja España neofeudal nada tiene ya que hacer. Por eso, entre la maniobra de distracción y la «aleccionadora» invención de una nacionalidad anacrónica, la zarzuela se mueve en un juego de argucias y retrocesos: entre la coyunda de la incipiente burguesía comercial, la alianza de terratenientes y espadones y el rumor latente e inquietante de las clases bajas. Una tormenta que declara (que quiere y a la vez teme) la inminencia de una revolución, aplastada ya en germen por nuestra guerra «incivil».

Ahora bien, en esa invención del Pueblo como genitivo objetivo y subjetivo, sus dos sentidos acaban coincidiendo en un punto literalmente capital: en erigir a la ciudad de Madrid como verdadero (¿y único?) centro no sólo político, sino cultural de España, reduciendo el resto a provincias, integradas éstas en comarcas literalmente «pueblerinas». Se intenta así avivar un folklore propio del pueblo, o lo que es lo mismo, de los pueblos rurales, con su rudeza, su campechanía y su bonhomía ancestrales, pero siempre que las zarzuelas exalten la patria chica como vivero de la Patria grande, predispuesta aquella desde siempre al homenaje y al sacrificio, así como al mantenimiento y propagación de las costumbres y de la moralidad de la «gente honesta». 

 

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