CICLO DE CONFERENCIAS
Continúa la
colaboración del Teatro
de la Zarzuela y el Círculo
de Bellas Artes en Madrid, en el ciclo 'La zarzuela que hay en mí', una
aproximación a la zarzuela a través de lo cotidiano
Tras la
sesión inaugural que tuvo lugar el pasado lunes 19 de mayo con las
intervenciones de Cristina Consuegra, Marta Sanz y Remedios
Zafra, en el Círculo de Bellas Artes, continúa el ciclo de conferencias 'La
Zarzuela que hay en mí' con el objetivo principal de potenciar
los procesos de identificación de la sociedad con este fenómeno cultural,
poner en marcha mecanismos más contemporáneos que permitan que la sociedad se
vea reflejada en un género que nos define como ningún otro a través del
arraigo, de la memoria, de la cultura popular. Encontrar en lo
cotidiano, elementos intrínsecos de la zarzuela. Analizar las
respuestas a dos cuestiones que son claves: ¿por qué se ha vuelto tan poco
seductor para el público y para los artistas? ¿Por qué no ofrece el suficiente
atractivo para que tengamos un mayor apego y mejor conocimiento? Podremos
disfrutar de este coloquio el próximo lunes día 26 de mayo en
el Círculo de Bellas Artes.
Lunes, 26
de mayo - Filosofía política de la zarzuela: La invención del «pueblo». Con Félix Duque, José
Carlos Ruiz y Valerio Rocco Lozano. (Entrada libre hasta
completar aforo)
La zarzuela
moderna española (tras la proliferación italianizante de obras del barroco
tardío) es una consecuencia del ideal romántico de la «primavera de los
pueblos»: una secuela valiosa en el plano artístico y que funciona ora como
sucedáneo de un Poder nacional-popular inexistente, ora como sedante ideológico
y opiáceo; pero que, en cambio, es inane en el ámbito geopolítico de la Europa
de los grandes Imperios coloniales, en los que la vieja España neofeudal nada
tiene ya que hacer. Por eso, entre la maniobra de distracción y la
«aleccionadora» invención de una nacionalidad anacrónica, la zarzuela
se mueve en un juego de argucias y retrocesos: entre la coyunda de la
incipiente burguesía comercial, la alianza de terratenientes y espadones y el
rumor latente e inquietante de las clases bajas. Una tormenta que declara (que
quiere y a la vez teme) la inminencia de una revolución, aplastada ya en germen
por nuestra guerra «incivil».
Ahora bien,
en esa invención del Pueblo como genitivo objetivo y subjetivo, sus dos
sentidos acaban coincidiendo en un punto literalmente capital: en erigir
a la ciudad de Madrid como verdadero (¿y único?) centro no
sólo político, sino cultural de España, reduciendo el resto a provincias,
integradas éstas en comarcas literalmente «pueblerinas». Se intenta así avivar
un folklore propio del pueblo, o lo que es lo mismo, de los pueblos rurales,
con su rudeza, su campechanía y su bonhomía ancestrales, pero siempre que las
zarzuelas exalten la patria chica como vivero de la Patria grande, predispuesta
aquella desde siempre al homenaje y al sacrificio, así como al mantenimiento y
propagación de las costumbres y de la moralidad de la «gente honesta».
No hay comentarios:
Publicar un comentario